La química es una
parte de ese todo que somos nosotros y que nos lleva a funcionar de manera armónica
con el entorno. Es ese fluir que nos hace mover, pensar, sentir y existir. Los
humanos siempre hemos intentado entender y dominar esa parte de nosotros que hace que la magia
del Universo fluya por nuestras venas.
Queremos ser
brujos de nuestro sentir, dominar nuestras emociones y la de los otros a través
de dominar nuestras estructuras y la seriación de todas las moléculas, unas con
otras.
Todo esto nos ha
llevado a inocular en el cuerpo humano productos que hace que todo funcione
según nosotros necesitamos, no dejando que las cosas ocurran de manera natural.
La “enfermedad” es la oportunidad de sanar una emoción. Nuestro entorno natural
nos da todo lo necesario para eso.
Los laboratorios
farmacéuticos han visto en ello una manera de ganar dinero, poder y todo lo que
conlleva dominación. Son esos falsos brujos que tienen o quieren tener la mente
y la voluntad de los demás en sus manos.
Foto nº 1
Cosas tan
sencillas como un champú para limpiar el
cuerpo, puede llegar a ser un arma letal para según quien.
Los productos que
se utilizan son manipulados para que creamos que son “inocuos”, ya que su pH
puede ser manipulado para, que a primera vista, no nos irrite o queme la piel...
Es un disfraz, como el caballo de Troya, donde se pueden colocar cualquier otra
cosa que nos puede llevar a un malestar y que a su vez es tapado por otro
producto que se disfraza a su vez. Al final el resultado de todo ello nos lleva
a un punto desconocido y no sabemos dónde está el origen de nuestra enfermedad,
alergia o cualquier malestar y que conlleva a tomar más y más productos que
intentan engañar nuestro cuerpo para parecer que nos sentimos bien.
Hay productos que
pueden hacer sentirnos deprimidos, tristes, ansiosos, et…
Todos esos
sentimientos que poco a poco van minando
nuestra salud mental, emocional y/o física. Un irritante de “baja intensidad”
aplicado durante bastante tiempo, apenas se percibe, pero nos puede provocar
una desazón emocional que no entendemos. Esto nos puede producir un sentimiento
incomodo en nuestro vivir diario.
Un ejemplo sería el Sodium laureth sulfate
(Sulfato láurico de sodio). Es un irritante de la piel y es usado en multitud
de champús para el lavado de la piel y el cabello, suavizantes, etc…
Molécula de Sodium laureth sulfate
Foto nº 2
Aunque se sabe
que es un irritante de “baja intensidad” es decir, que afecta de manera
evidente a pocas personas, dejando a las demás en un estado de “no afectación”
demostrable.
La persona no
detecta su efecto durante bastante tiempo, pero eso ocurre cada día y durante
mucho tiempo de manera que se va acumulando.
El cuerpo no solo
consta de piel, músculos, huesos, etc.… También tiene una parte energética,
emocional y mental. Esta irritación nos va mellando nuestro estado de
equilibrio en una o más partes y no nos deja descansar. Con ello se convive y
va “in crescendo”.
Así podríamos ir
hablando de miles de productos que están en todas partes, ya sea comida,
bebida, productos de limpieza, belleza, etc…
Pensad en la
sensación de un buen perfume, donde los productos son extraídos de la
naturaleza y nos proporciona un placer de sensaciones y nos hace sentir
bienestar. ¿Ocurre lo mismo con uno fabricado químicamente? Yo creo que no. Es como vivir en una ilusión
que no existe. Nos tienen acostumbrados a la moneda falsa, donde todo lo que
vivimos es una ilusión, donde la verdad está oculta detrás de una cortina de
falsedades.
En este mundo en
el que vivimos, poca gente reconoce el gusto real de una fruta madura y
reposada en el árbol donde se origina. Todos los productos que se les ha
añadido antes que lleguen a nosotros, nos engaña el paladar y demás sentidos
que nos puede llevar al bienestar original.
Volver a saber
cómo somos en realidad es desaprender todos esos inputs que están en nuestras
células, para limpiarlos y aprender a sentir desde ese punto de realidad donde
volvemos a ser nosotros mismos.
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